10 de mayo de 2010

"Escuelas para padres"

Debe existir una “escuela para padres”?
En ocasiones me pregunto qué es lo que les hace falta a los papás de hoy, a los de ayer, a los de siempre; que les hizo falta a mis padres, a tus padres, o a los  ancestros de nuestros padres?
Las causales pueden ser diversas, no se trata de discutir eso. Las variables son infinitas en los aciertos de una educación o en las fallas en la misma. Entiéndase por educación el amor, el afecto, el involucramiento de los padres en el desarrollo de sus hijos, en la procuración de una vida sana y sin sobresaltos, salvo los que la vida regularmente nos envía de prueba.
Dice una frase: El que quiere vivir el placer sin el dolor, y el orden sin el desorden, no entiende las leyes del cielo y de la tierra”.
Hay que pasar por diversas experiencias y cometer infinidad de errores, y aprender de ellos  para lograr metas y objetivos.
Obvio que los hijos de ninguna manera son errores, aunque si existe este paradigma entre parejas jóvenes que nunca desearon que se “les complicara” la vida con la llegada de un bebé.
Hay infinidad de causas; Los efectos pueden ser desastrosos o pueden ser extraordinarios en el aprendizaje de crecer educando a un regalo de Dios como lo es el tener un hijo o hija.
Si, a toda acción sigue una reacción. El Universo siempre responde a esta regla. Buenas acciones causan alegría. Malas acciones o errores causan pesar y tristeza.
Comento lo anterior como preámbulo a dos situaciones simples que he vivido recientemente, simples, pero que me hacen preguntar: cabría en nuestra “modernidad” una escuela para padres y madres?...

Hace poco estaba yo sentado en una mesa de una tienda de conveniencia, de esas que se encuentran en cualquier lado; estaba leyendo un diario y haciendo tiempo para ir a recoger en la escuela a  mi nieta. En eso llega una joven señora con una niña de unos tres años, hablando con ella como si estuviera hablando con una tía o alguien adulto. La niña como si nada, obvio. De repente esta señora coloca enfrente de mí, en un asiento de esa mesa, a la bebé y le dice: Espérame aquí, voy a ver que compro. La señora deja a la niña enfrente de un extraño, ni siquiera me dice algo. No sabe quién soy o quién podría ser. Se va la señora al fondo de la tienda y la niña en su lengua solo acierta a decirme simplezas simpáticas, como si estuviera platicando conmigo. Solo le contesto: pues sí, es cierto, necesitas un cambio de mamá…
Regresa la señora con algo parecido a un yogurt en la mano, se lo da a la niña y le dice: comételo, con cuidado. La pobre niña ni en cuenta y de repente lo esperado, la beba tira el yogurt. La mamá se pone irritada y le dice a la niña. Ves como nunca me haces caso?. Te dije que con cuidado y mira lo que has hecho!.  Vámonos ya.  Bájate de la mesa y vámonos. No te vayas a caer ok?  La niña se trata de bajar y se pega en la silla fija de la mesa y la mamá la reprende: ves? Nunca pones cuidado. Que voy a hacer contigo?
Yo solo pienso para mis adentros: Qué hacer mejor con esta mamá,? a qué lugar la enviamos para que se prepare y madure o haga algo…. La niña no merece esto.  La niña no sabe que no sabe…

En otra ocasión, recientemente, estaba en misa acompañando a mi mujer. La misa era especial para niños y niñas. El sacerdote, simpático, preguntaba a los niños algo como: ¿”Qué hacer para lograr amarnos los unos a los otros”? Iba pasando el micrófono a un grupo de chiquillos que estaban cerca del altar; diversos niños dieron diversas respuestas, pero una que me sorprendió gratamente fue la que dijo un niño, de alrededor de unos cinco años, quien contesta: “Lo que quiero es que mi mamá se porte bien conmigo” Las risas en el templo fueron inmediatas y agradables.
Pues sí, es cierto, o quizá fue muy atinada la blanca respuesta de ese niño.
Los papás debemos portarnos bien con nuestros hijos, o no? Hay que dar para recibir. Un niño, reafirmo, no sabe que no sabe. Un niño o los niños aún están benditamente despiertos y siempre están en estrecha comunicación con la divinidad angelical, así lo creo y lo interpreto en lo personal. Los padres ya estamos dormidos, inmersos en nuestros pensamientos que siempre son irreales y productos de un pasado que no sabemos dejar atrás para vivir solo en nuestras necesidades presentes. Algún día volveremos a despertar.